El viaje pasaba como el rollo de cine, que repiten todas las tardes a las cinco, en la sala grande. Una imagen repetitiva, de farolas, gente que pasea, coches que pasan, una y otra vez. Los colores parecían morirse al fundirse con tantos otros, al igual que sus pensamientos.
El arcoiris de la ida, de la caída através de un túnel de lavado, donde los recuerdos de todos los años viviendo en el orfanato parecían parte de un cuento, donde ella siempre había sido un personaje secundario. Las maravillas que ella solo podía ver, jamás serian nunca vistas por más nadie, solo esos ojos despiertos como el café, darían cuenta a lo largo de los años cual seria el final de la historia, narrada en su cabeza por ello misma y con la voz de un hada de la ceniza.
"Ahora miró a atraves de la ventanilla, con mi mano colocada casi rozando el cristal. Una parte de mi quisiera romperlo en mil pedazos, librándome del sueño que me transporta a un lugar perdido al final de una calle sin número. Hubiera querido, que los baches de la carretera fueran causados por los pequeños Hamsell y Gretel, ellos que adoraban lanzar piedras a los charcos que se formaban con la lluvia. Me pregunto si alguien me echará de menos, si alguien notara después de la fiesta de "La familia feliz" que ya no formo parte de la suya"
Atrás quedaban las sabanas coloreadas de picas y tréboles, las sopas de letras, el mundo de lluvia purpurea de sus sueños en clase de matemáticas. Los colores que se mezclaban dando solo lugar al blanco y al negro empezaron a morir, el ruido del motor del coche empezó a semejarse al ronroneo de un gato hambriento de cariño. Los faros se encendieron, al entrar en el túnel de la salida este de la ciudad, a la par que los ojos de la chica se cerraron; una mano sobre su pierna derecha, la otra en el asiento vacío a su lado. Dormida, quería estar dormida.
"Muerto el sueño, se acabó el cuento. La realidad contra la que he luchado toda mi vida, me engulle, como este túnel oscuro al coche de la señora de Chessire. No quedan vestidos de satén celestes para la princesa, no hay ratones ciegos que guíen a esta invidente, no, ya no hay más fuerzas. Ahora soy como la heroína que ha sido engullida por el Jabberwocky"
Durante todo este tiempo, la señora de Chessire había estado hablando de su vida, de la casa donde ahora vivirían todos juntos, la de cosas que podrían enseñarse la una a la otra, pero... el silencio de Alicia, las preguntas sin responder lanzadas al aire, como el dado de la chica que vive dentro de las entrañas del monstruo, hicieron que ambos empezarán a llamarla para despertarla.
" Jacqueline... Suena a marca de galletas para el té. ¿Quién será esa chica que ambos llaman?
¿Acaso es el nombre de la chica invisible a quien le tengo cogida la mano desde hace rato? Ojala alguien dijera mi nombre, ojala alguien lo pronunciará una sola vez, para despertarme del sueño, para salir de las pesadillas de mi mundo de fantasía"
Y los casi susurros se convirtieron en chillidos de ambos "padres", que decían el nombre de la chica que duerme en el asiento de atrás. Las manos del padre sobre el volante, la vista en la joven que duerme: la madre estira la mano para coger la de su "hija"
- ¡Despierta pequeña Alicia! -Dijo la señora de Chesire, con una sonrisa en sus labios.
- Veo la luz... al final del túnel...
Primero una luz cegadora, luego un grito. Cogen aire y lo sueltan por ultima vez. El globo rojo cruzó el cielo atravesando del túnel, el arcoiris de luces de neón fue lo primero que vieron sus ojos al despertar tumbada en la carretera. No hacia frío, las llamas eran altas, el dragón debía estar cerca. Entonces, alguien de brazos fuertes y rostro cubierto por lo que parecía un yelmo la llevo lejos de las llamas y del rojo de las rosas de su vestido teñido. Se sintió princesa y se aferró al cuello del joven diciendo por última vez antes de volver a dormir...
-Alicia...mi nombre es Alicia ¿Quieres venir conmigo al país de las maravillas?...
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